Irradiaba alegría.
Hace instantes había tenido una de las mejores experiencias en años.
Parado, esperando en el medio de la capital el colectivo que lo llevaría a la realidad, recordaba las melodías ínter-espaciales de amor sincero, los acordes rebuscados y la presencia trascendental de un hombre de luz.
Torpe, atropellado por la exaltación del recuerdo subió al colectivo que impregnaba ciudad. Se acomodo lo mejor que pudo para saborear esos últimos sabores recientes. Pero no pudo evitarlo. No pudo.
La miro, la exploro, la amo.
Ella rubia, radiante y oscura. De vestido a lunares y mirada dispuesta al encuentro.
Avanzaba el recorrido y cada vez mas gente acudía al transporte, parecía que muchos debían volver a la realidad; Suerte para El (aunque a partir de ese momento no creyó mas en el azar) ya que al levantar la vista se encontró a centimetrosnomas de unos ojos que desnudaban temores e insinuaban invisibles campos de gravedad.
(La disfruto en el más puro e interno jardín.)
De repente se vio inundado del último sentimiento que creería experimentaría en ese momento. (Ella) no estaba sola, abrazaba físicamente al que en otro tiempo abrazaba con el corazón. Sin embargo, la educación impuesta se hace visible en momentos donde el inconciente encuentra un camino para reclamar lo suyo. ¡No codiciaras a la mujer de tu prójimo! Exclamo para su interior mientras la distancia entre El y Ella se hacia abismal
(¡Que fácil se castiga lo que no se conoce!)
Sentado en la parte trasera confirió a la mirada que en algún lejano tiempo aquella noche le había regalado a la misma energía que emanaba de su propio ser. ¡Pero que desilusión! Entera, divina para el crimen ciego ahora la veía El a millones de años luz.
Hasta que en ese preciso momento se detuvo el tiempo. Levanto la vista sabiendo ya de ante mano lo que le esperaba. Una mirada y una sonrisa que conocía desde siempre se asomaban solitarias a su encuentro. El, el otro, ya no estaba. No importaba que había pasado, si se había bajado, quizás se habían peleado. Ya no existía nadie más en el colectivo. Pensó: ¿Que le diría? Algo tenía que decirle. ¿Pero qué? Le hablaría de su mirada, de su eterno amor! Pero no.
(¡Temor! ¡Temor!).
Ya está, se le acercara y no le dirá nada, la besara o tan solo la abrazara. Con eso le basta.
El colectivo se detiene.
El destino inexorable cae sobre el como a un héroe trágico. La ve bajar. Partir. Con rápida disposición examina el lugar y la zona para recordarlo y venir a buscarla cuando haya resuelto el Temor.
Ella camina de espaldas a la vereda para observarlo una vez más y regalarle una sonrisa y un beso a distancia.
El colectivo se aleja.
Ella llega a su casa, Irradiaba Alegría.
Hace instantes había tenido una de las mejores experiencias en años.
lunes, 23 de febrero de 2009
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